El maldito tren de los Undrop.
No sé ni cómo empezar a escribir estas líneas, pero tengo claro que lo mejor es aceptarlo de una vez. Estaba en mi habitación y de repente ha empezado a sonar “Train” de los Undrop. Obviamente, me ha entrado el vertiguito al hacer cuentas de cuándo fue la primera vez que escuché esa canción y al minuto pienso: “joder, Dani, te has hecho mayor”, o al menos tan mayor como esos minutos “one hit wonder” que suenan a absoluto y rebelde pasado preadolescente. Con los suecos – “¡qué le vamos a hacer! ¡qué le vamos a hacer!” – vienen enlazadas otras intros como la de “Serenade” de Dover, el “Love Killer” de las Killer Barbies o “Al Amanecer” de Los Fresones Rebeldes, y estribillos que son historia de la música como el “Chup Chup” de Australian Blonde, el “Walkin’ on the Sun” de Smash Mouth o el imborrable “Puto” de Molotov (no me patrocina Subter, lo juro). Sí, amigas y amigos, de repente estamos en 1998, un año en el que reinaban éxitos internacionales como el “Save Tonight” de Eagle Eye Cherry o el “I Don’t Want to Miss a Thing” de Aerosmith.
Nos intentaban colar como canción del verano el “Oye” de Gloria Estefan – lo que me pide el cuerpo ahora mismo es de todo menos salsa -, pero nosotros éramos ya alternativos, y preferíamos escuchar a los Manic, (“If you tolerate…”), nos imaginábamos besando a la chica que nos gustaba en el insti con el “I belong to you” de Lenny Kravitz, soñábamos con volar con nuestra scooter mientras sonaban los Cardigans y gritábamos de rabia el estribillo de “The Kids Aren’t Alright” de The Offspring. Es duro aceptarlo, insisto, pero han pasado unos 24 años. Entonces salían dos de los muchos discos que nos cambiarían la vida: “LHR” y “Una semana en el motor de un autobús”. Al respecto de este último, seguro que recuerdas cuando empezaban a sonar los platos de “Segundo Premio” y desde aquel instante nos hicimos súper fans de esa música rara, sucia y por momentos ininteligible, algo que nos extrañaba tras un año anestesiados por la nitidez del “Manual para los Fieles” de Piratas.
Podría ser peor, nos decimos, y seguimos caminando, jugando entonces a ser mayores, y descubriendo por el camino himnos como “A Brand New World” de Sexy Sadie o el “Every you Every me” de Placebo. Nos “atacaban” duramente las canciones de autor de Dylan o Cohen, el punk rock californiano de Nofx o Bad Religion, el ska de los primeros Millencolin, la furia antisistema de los incombustibles Pennywise, la segunda vida del grunge de Pearl Jam y la irrupción de unos jovencísimos Foo Fighters. Un año después nos conquistaría un disco llamado “Californication” y empezaríamos a vivir a corazón abierto la inolvidable ola de nu metal americana. Es curioso, el pop rock alternativo, el mal llamado – o yo qué sé ya – indie, ya estaba ahí, agazapado, esperando su momento, aprovechando la psicodelia del efecto 2000 con discos como el “Dragonfly” de Sidonie, el “Is It Fiction?” de Love of Lesbian, el disco homónimo de The Sunday Drivers y un montón de temazos british de los Strokes, los Libertines o Wilco.<iframe width=”560″ height=”315″ src=”https://www.youtube.com/embed/b8-tXG8KrWs” title=”YouTube video player” frameborder=”0″ allow=”accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture” allowfullscreen></iframe>
“Seven Nation Army” estaba al caer en un panorama dominado por los hitazos de los escoceses Belle And Sebastian, Arcade Fire, los contundentes Franz Ferdinand o Bloc Party. Quisimos entonces crecer más y más para ir a todos los festivales de nuestro país, a los de Portugal y a alguno británico, claro que sí. Necesitábamos ver a todas esas bandas en vivo, necesitábamos saber si eran de verdad y cómo habían hecho para meterse en nuestras cabezas de una forma tan brutal. El caso es que ya no somos aquellas personitas, pero nos resistimos a aceptarlo, ahora que nos sorprendemos escuchando sin parar a artistas que tienen unos diez o quince años menos que nosotros (curiosamente muchos de Subterfuge también, manda huevos), que nos duelen los riñones y los pies tras el primer día de un festival, que la voz nos dura la mitad, las resacas nos duran el doble, la tienda de campaña no es ni de lejos una opción y preferimos estar lejos del escenario porque ya no nos gusta rodearnos de mucha gente. Zahara publica “Reputa” y yo publicaría “Remayor”, y lo digo mientras me regocijo en las canas de mi barba y suena de fondo el “Qué nos va a pasar” de La Buena Vida. Al menos ellas, las canciones, siempre serán insultantemente jóvenes.