Juegos Violentos, el nuevo disco de Puño Dragón, es una de esas bombas emocionales que desde Mi Rollo no podíamos dejar pasar por alto. No solo por su potencia sonora, sino por su capacidad de hacer de lo íntimo un espectáculo compartido, una celebración colectiva del dolor, la pérdida, el deseo y el renacer.

Puño Dragón Juegos Violentos Portada

Puño Dragón es un grupo asturiano de rock alternativo que se formó en 2021 y que actualmente está integrado por Rafa Tarsicio (ex-Tigra) a la voz yguitarra, Germán Mingote (Mingote) también a la voz y guitarra, Manu Huertas (The Parrots) a la batería y Erik Iglesias (Destino 48) al bajo. Su propuesta combina la garra del rock tradicional con una sensibilidad más contemporánea, lo que los ha llevado a definirse con ironía y convicción como “viejos pero modernos”. Tras una excelente acogida con su primer álbum homónimo en 2022, regresan en enero de 2025 con Juegos Violentos, un disco que no solo consolida su lugar en la escena, sino que los hace sonar —y fuerte—. Como ellos mismos dicen, “hacemos canciones tristes para cantarlas contentos”, y este disco es buena prueba de ello.

“Juegos Violentos” Puño Dragón foto promocional

Espirales, heridas y confesiones crudas en “Juegos Violentos”

Desde el arranque con “Bailén”, Puño Dragón deja claro que no vienen a pasar desapercibidos. La canción arranca con riffs de guitarra afilados y una interpretación vocal rasgada, al borde de la ruptura emocional. La letra, entre la melancolía y el absurdo, evoca un suicidio pasional en plena Calle Bailén, con ecos irónicos a La La Land. Es un inicio que no se guarda nada, que se lanza de cabeza a una espiral de emociones crudas y confesiones que buscan quedarse a vivir bajo la piel del oyente.

Le sigue “Ladrando a tu puerta”, que comienza con una delicada línea vocal y una instrumentación acústica que envuelve con calma. Pero esa aparente serenidad se transforma pronto en un ascenso emocional. La banda se incorpora, los teclados enriquecen el paisaje sonoro y la voz, cada vez más rasgada y dolida, se eleva hasta rozar el grito. El estribillo golpea con fuerza, sostenido por coros que amortiguan el dolor sin ocultarlo, y un solo final de una belleza melancólica.

Con “Juegos Violentos”, tema que da nombre al disco, entramos en una espiral de reproches, tensión y desgaste emocional. Aquí el grupo brilla con especial fuerza. Las guitarras se enroscan, la batería golpea como una discusión a gritos y la letra se clava como un dardo. “Yo ya no puedo / yo ya no quiero” se convierte en un mantra que podría corearse con rabia en cualquier sala del país.

El disco continúa expandiendo su lenguaje con “Emilia”, donde asoman influencias del power pop y el rock alternativo noventero. En contraste, “No es un barranco” funciona como una declaración de intenciones: “no es un barranco, es un camino”. Un mantra esperanzador que crece poco a poco hasta volverse catarsis.

“Juegos Violentos” de Puño Dragón: cuando el rock se pone íntimo, valiente y moderno

En el corazón del álbum aparece “Creo que ahora sí que lo entendí”, una balada cruda y poderosa, íntima sin llegar a caer en lo confesional, que actúa como un paréntesis sincero antes de volver a abrir las compuertas de lo eléctrico.

Poco después, “Haré lo que pueda” retoma el pulso emocional con un medio tiempo de promesas inciertas: versos como “tú bailando y yo haciendo lo que buenamente pueda” resumen perfectamente esa mezcla de ternura, entrega y cansancio que atraviesa muchas de las canciones.

“Masai Mara” sorprende con una estructura más moderna y una atmósfera ligeramente psicodélica, marcada por una oscuridad inesperada y excitante que la torna adictiva. Es una de esas piezas que invitan a repetirla en bucle, como si su misterio no pudiera resolverse en una sola escucha.

Mientras tanto, “Ya te llamaremos” juega con un funk elegante y urbano que remite a influencias cosmopolitas. Ambas canciones demuestran que Puño Dragón no tiene miedo a salirse del guion del rock clásico.

El tramo final del disco nos lanza de nuevo a la intensidad con “Fantasmas”, una canción rápida, vigorosa y cargada de imágenes oscuras. La letra, plagada de metáforas sobre el miedo, la ausencia y el deseo, marca otro de los momentos brillantes del álbum.

Le sigue “Súbeme”, un tema envuelto en una energía ascendente que roza lo espiritual. Y cierra el disco “¡Vamos, vampiros!”, una pieza con toques soul y un homenaje reggae que rinde tributo al ecosistema nocturno: criaturas que prefieren la sombra y viven mejor en la penumbra emocional.

Con Juegos Violentos, Puño Dragón entrega un trabajo que respira autenticidad por todos sus poros. Son composiciones son sinceras y directas que no temen mostrar cicatrices ni vulnerabilidades. Rock and roll con un sello personal, que combina con solvencia la herencia clásica con elementos más contemporáneos, y que los confirma como una de las bandas a seguir muy de cerca en la escena alternativa estatal. Saben lo que hacen, y lo hacen con la sofisticada suficiencia de quien tiene muy claro que el rock, si no se mueve, se muere.