Palencia Sonora 2024: La Crónica. El festi acabó hace más de una semana, no puedo decir lo mismo de mi resaca emocional. Le he preguntado a ChatGPT cómo se supera esto y me ha dicho que es todo un desafío, así como una serie de recomendaciones absurdas. ¡Qué sabrá la inteligencia artificial de las emociones vividas en esta edición de Palencia Sonora! Quédate conmigo, que te cuento todo sobre este festival que sigue siendo mi favorito (y cada día el de más gente).
Foto de Aitor Gutiérrez Cosgaya.
Mi primer Palencia fue en 2017 y cada año, al terminar, siempre decía que al siguiente iría el miércoles. Pues esta edición, por fin, ha sido así, y he podido disfrutar de la música de altura de BeeBrass Ensemble (con la colaboración del Conservatorio de Palencia). Ellos fueron los encargados de dar el pistoletazo de salida al festival palentino, tocando bandas sonoras de películas y canciones contemporáneas frente al emblemático Universonoro e incluso en su fachada. Allí, sentada en una silla junto a las señoras que cogen sitio dos horas antes, comenzaron mi Palencia Sonora 2024 y mis días felices.
Los conciertos de los jueves en Palencia Sonora siempre son gratuitos, a la par que especiales. En esta ocasión, igual que en 2023, el escenario estaba ubicado en el Parque del Sotillo, no en el recinto del festival, sino en la entrada. Barry B, al que no conocía hasta ese momento, fue el responsable de inaugurar la jornada. Su fusión de electrónica, hip hop, funk y trap nos sirvió como calentamiento para lo que se venía después. Nada más y nada menos que el concierto de Parquesvr. El quinteto madrileño, liderado por Javi Ferrara, nos activó, nos hizo saltar, corear a Alfredo, Almodóvor, Amenábor y ser Juancarlista, disfrutar muchísimo y conocer buena gente a golpe de pogo.
Con las piernas aún temblando, que se lo digan a mi amigo Jorge, llegó la tercera y última actuación del jueves a cargo de Hofe x 4:40, un trío de Pamplona que no dejó que el ritmo parara. Con un estilo entre el trap, pop, rock, electrónica y autotune, un incansable Hofe se pasó todo el concierto corriendo de arriba a abajo. ¡Agotadita me tenía el muchacho! Me pareció un proyecto interesante, pero Parquesvr nos había dejado en modo batería baja. En cuanto acabó, cayeron las primeras gotitas de un festival lleno de nubles, calorazo y chaparrones y marchamos a dormir.
La Plaza Pío XII acogió, como siempre, los conciertos del vermú sonoro de viernes. Las caritas de sueño, las cervecitas al sol, la llegada de las amigas que faltaban… Y concierto de Jordana B. En primera fila, pasando uno de los calores más sofocantes de todos “mis palencias sonoras”, cantamos y bailamos como buena gente corriente.
La jornada matinal prosiguió con Habla de mí en presente, un grupo que me dejó sorprendida por su originalidad y personalidad arrolladora. Se conocieron y formaron la banda en Berlín, bastante patente en su technorumba. Mezclan lo clásico y lo moderno, todo ello aderezado por la característica forma de tocar la guitarra de Pau Balaguer, que hace el “ventilador” como nadie. No podía dejar de pensar, supongo que víctima de la insolación, que debía tener ese brazo súper musculoso y descompensado, como un tenista.
La primera parte del viernes terminó para mí tras comer en el Paseo del Salón, en el mismo restaurante de cada año, donde sirven a mi tía cuando todos acabamos nuestro plato y donde son más secos que un ajo. Pero oye, siempre volvemos.
Mientras una servidora descansaba en su hostal de confianza, que nos reservan de un año a otro (Os queremos con la fuerza de los mares), en un nuevo escenario, situado en el Parque del Salón, tenían lugar los conciertos de Delameseta, Chef Creador y Tatuaje. Lástima haberme enterado demasiado tarde de que Delameseta es la nueva propuesta de Chacho Cósmico, junto a la cantante Lucía López. Muy fan de todo lo que hace este músico.
Besmaya y sus nuevos lemas llenaron de música y buen rollo el Sotillo para dar paso a Siloé, que, como es habitual, comenzó su concierto con Fito Robles entre el público interpretando La verdad. A partir de ahí, canciones de su último trabajo, Santa Trinidad, y de los anteriores. Muy buenos en directo, aunque no son de mis favoritos. Aun así, muy disfrutado, sobre todo por mi tía, que parecía estar en éxtasis.
Y tras los vallisoletanos, la maravillosa Queralt Lahoz, diosa de la lluvia. En 2023 nos quedamos con las ganas, pues su concierto tuvo que suspenderse por el chaparrón que cayó. Este año, la catalana regresaba para quitarnos la espinita… y vaya si lo hizo. Desde primera fila (nuestra obsesión) disfrutábamos de su voz y de su arte, pero de repente, la lluvia. Esta vez, sin embargo, ni siquiera ella pudo empañar tanta emoción. Y nadie se movió del foso.
Con la lagrimita asomando, y cuando comenzaba Shinova en el escenario Vibra Mahou, corrimos a La Isla a bailar con la sesión de Say Yes DJ. Mil gracias por devolverme a mi tierna adolescencia con Freed from desire, Samba de Janeiro y La oreja de Van Gogh; gracias por La Plazuela, Ojete Calor y los tropecientos temazos con los que bailé y canté hasta quedarme afónica y casi morir con el polvillo de esa zona.
A Shego no las había escuchado apenas, pero siempre da gustito ver bandas femeninas (por variar) y con su rock fresco nos atrapó. Como dice el festival en sus redes… unas tías rechulísimas. Ellas dieron el testigo a unos tíos, también muy chulos, como son los Sexy Zebras, que montaron un buen jaleo, con pogo y gente remando en el suelo. Muy loco todo. Y a las 2:20, apareció Delaporte y, a pesar de las horas, montó un fiestón y continuamos bailando con sus temazos hasta el cierre. Y es que el techno cura.
Los sábados por la mañana en Palencia Sonora suelen ser delicados, resacosamente hablando. Sí, me he inventado esa palabra. Llegamos cerca de las 13:00 a la Plaza Mayor, cuando el concierto de Katarsis -ganadores de Vivestival- estaba finalizando. Me bebí un refresco y tras tres canciones de la FFF (Fundación Francisco Frankenstein), ya estaba lista para lo que deparara el día. Desde Mallorca y con canciones de punk-rock, con influencias de Ramones, Siniestro Total o Los Nikis, nos dejaron claro que no se nos puede dejar solos.
Abandonamos el lugar con el ánimo en todo lo alto para llegar a la Plaza de San Miguel, ubicarnos en primera fila y flipar con Los Invaders. Mi rubia de León, matrícula de honor en saltos, pogos y duchas con agua mineral fue, sin duda, la que más gozó con los putos Invaders, como ellos se denominan. Los vídeos que tengo en mi poder, así lo demuestran. Y es que la Plaza de San Miguel es uno de los mejores escenarios de Palencia Sonora. Mr. Kilombo, Ortiga, Tomasito y Joe Crepúsculo lo pisaron en ediciones anteriores. Ahí es nada.
Finalizado el concierto y sin ganas de comer, porque la adrenalina no engorda, pero alimenta, llegaron los geniales Marabiyak Sound y nos acompañaron a ritmo de musicote y pedaleos hasta el recinto. En realidad, les abandoné cuando llegaron a la puerta de mi alojamiento, para tomar un respiro antes de continuar. Pero bendita la rave itinerante.
Con mezcla de cansancio, ganas y tristeza por ser consciente de que empezaba la última noche llegamos al Parque del Sotillo entre gota y gota de lluvia. Florent y yo fue mi banda sonora mientras merendaba/cenaba y después fuimos a coger buen sitio para ver a Rodrigo Cuevas. Aunque lo escucho en casa a menudo, nunca había visto su directo. Y si tuviera que usar una sola palabra diría: Único. Rodrigo Cuevas es voz, es espectáculo, es tradición, pero también es humor y sensibilidad. Increíble, de verdad. Y si alguien me lee y nunca ha estado en un concierto suyo, dejo mi recomendación sincera. Hasta la lluvia que nos caló durante casi todo el concierto fue perfecta. ¡Qué moñas me pongo a veces!
Aunque fuera todo muy bucólico, agradecí que el cielo se despejara para poder saltar y cantar a grito pelao con Cala Vento. Como he contado en redes y a amigos, vi a Cala Vento en 2017 en Palencia Sonora. Mi primera vez de uno y otro. Éramos pocos y yo saltaba en primera fila agarrada a la barandilla. Emociona encontrarles, siete años después, en el mismo sitio, con varios discos y mucho reconocimiento como bagaje. Los pogos que se montan en sus directos son bastante míticos, aunque una señora, que es pequeña y les tiene respeto, botaba un poquito alejada de ellos.
Tras el dúo del Ampurdán le tocaba a uno de los platos fuertes del festival, Arde Bogotá. Igual que en el Warm tenía pensado dedicarme a otros menesteres, pero acabé con los primos de Mallorca (a los que conocimos el jueves) bailando bajo la tormenta como la más fan. Me gustan, sí. No me encantan, pero lo reconozco: los de Cartagena tienen un directo acojonante. Antes de que terminaran, eso sí, mi cerveza aguada y yo corrimos a refugiarnos al baño unos minutos.
Cuando sonaban los primeros acordes de Baiuca la tormenta se marchó (no sabemos si hasta el año que viene). La fusión de folclore gallego y electrónica de Baiuca nos conquistó y también nos quitó la pena de su ausencia en 2023. Además, Rodrigo Cuevas salió a interpretar Veleno y nos regaló un final perfecto.
Rozaba el reloj la 1 de la madrugada cuando El columpio asesino salía al escenario, por última vez, pues estamos ante su gira de despedida. Desde primera fila los gozamos de nuevo y cantamos sus canciones antiguas y actuales. Ver a Cristina, su solista, me fascina, con sus movimientos y gestos de diva total. Y como broche de oro, Toro. Vamos, niña, ven conmigo…
Las últimas energías del sábado se las guardé a Pongo, la angoleña que canta kuduro y que nos llenó de energía y felicidad con sus bailes y estribillos… Wegue, wegue!! Sin embargo, como siempre tiene que haber alguien que lo estropee, casi se acaba la fiesta porque un tipejo se sobrepasó con Pongo. Por suerte, Palencia Sonora actuó rápido, echando a esa persona y además, la artista decidió continuar con el espectáculo y no permitir que nadie apagara su voz y su vitalidad.
Aunque la gran mayoría de los asistentes, que son de otras ciudades, suele abandonar Palencia el domingo por la mañana, muchos de los lugareños y los visitantes se animan a poner el cierre con los dos últimos conciertos del festival. Desde que sacaron el cartel por días y vi que Camellos tocaba el domingo, tenía claro que volvería al Sotillo antes de marcharme.
La jornada dominical se abrió con El Nido, un grupo burgalés con apenas cinco años de trayectoria. Su estilo parte de los sonidos y ritmos de la música tradicional, aunque sus canciones destacan por un acercamiento moderno al folclore. Me gustaron mucho y la voz de su cantante me recordó a la de Pucho de Vetusta Morla, así que era una mezcla curiosa. El año pasado El Naan y este año El Nido. El festival palentino nos regala y nos acerca a la música tradicional castellana.
Y con Camellos sobre el escenario a las 14:20 comenzó la cuenta atrás para esta edición de 2024 y para ir a por mis maletas y coger el tren. Apenas unas cuantas canciones pude disfrutar en compañía de caras conocidas; mi gente ya estaba en su casa o rumbo a ella. Los pogos ya solo los pude ver en fotos. Porque sí, amiga, dejaron el Sotillo como el edificio Windsor. Metafóricamente, claro.
Todos los festivales dejan resaca, emocional y de la otra. La emocional tarda unos días en curar, pero la que deja Palencia es resaca emocional sonora y es más jodida, lo prometo. Cumplir años en este festival y poder celebrarlo con mi familia, mis amigas, con miles de personas a las que no conozco y felicitar a “Jota”, que cumple el mismo día. Abrazar a tu amigo el de Sevilla, que se hace un puñadito de kilómetros para quejarse del frío a los 20 grados. Conocer a gente increíble y disfrutar con ellos de la música. Decir que te quieres mudar a Palencia. Tener morriña durante días cuando te marchas. Palencia Sonora son todas estas pequeñas cosas, no solo los conciertos, y es por eso que es tan especial.
Aquí me despido, deseando volver en 2025, con los de siempre y con los nuevos, a darlo todo en cada plaza y en el parque del Sotillo. Ojo, que ya están los abonos VIP agotados y los abonos normales, a puntito, ¿eh? Puedes conseguir tu entrada aquí.
(Y ojalá poder desayunar en nuestro bar de confianza, que este año estaba cerrado. Por favor y gracias.)
Rebeca González, para Mi Rollo, el lugar donde viven los abrazos.
Fotos propias y proporcionadas por Palencia Sonora, bajo la autoría de Natalia Rodríguez.
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