Podría decir que el concierto de Finde Fantasma del pasado sábado fue brutal porque éramos poquitos -a pesar de petar la Stereo-, y disfrutar de la música de una forma cercana e íntima tiene ese punto especial de magia que lo hace todo más intenso. O porque sus letras y vitalidad son de las que hacen vibrar por dentro.
Podría decir que el concierto del pasado sábado fue brutal porque Pablo del Val tiene una forma revuelta y preciosa de contar y cantar historias. O porque Yoann Bouix estaba en un trance contagioso inmerso en su guitarra en la que por unos segundos nos viajamos todos. O por las sacudidas en el pecho que David Ortega acompañaba a ritmo de percusión junto a un bajo que David G. Baraza sabe manejar con la precisión de un malabarista, siendo epicentro de esa luz que nos paró los relojes, convirtiendo el concierto en un instante único.
Sin embargo, si lo pienso, la fantasía no estaba encima del escenario ese día, que también, sino abajo: Las historias reales, inconexas y comunes, que pisaban el suelo de la sala. Los pensamientos reales, inconexos y comunes que nos acercaban. Las razones reales, inconexas y comunes, que nos llevaron hasta ahí. Lo que ocurrió fue un despliegue de temas que unió a toda la sala en cánticos, saltos, abrazos a desconocidos y sentimentalismo.
Además de presentarnos sus últimos temas inéditos, el cuarteto hizo un repaso por sus ya míticos temas, que los han posicionado como una de las bandas indies del momento.
Interpretaron una docena de sencillos y ya desde la primera canción surgió un pogo entre los asistentes que no dudaron en celebrar entre sudor y cerveza cada uno de los temas que estaban por llegar. Su anterior trabajo ‘Intramuros’, publicado en 2022, está muy presente aunque genera la misma conexión con el público que algunos de los últimos lanzamientos a punto de ser grabados: Fotos felices, Me duele la vida o Misión Suicida, que amenazan con convertirse en himnos en su próximo disco.
Así, Finde Fantasma nos servía en bandeja algo más que un concierto: una experiencia a la altura de las expectativas de su aferrado público. Hemos bailado como si nos mirara una plaza entera, radiante y concentrada, pero el hecho diferencial es que reverberaba en el aire una especie de amor colectivo, una camaradería tangible, medible y comestible.
Yo no creo que la música haga nacer amor de donde no hay, yo pienso que nos hace exteriorizar esa parte nuestra que intrínsecamente amamos todos y cada uno de los otros humanos sin excepción, aquella área cerebral cariñosa y chiflada que habitualmente censuramos por timidez, convenciones sociales, celosías y traumas diversos.
Resumidamente, eso fue lo que pasó en la Stereo, una explosión de amor en toda regla. Una unión de grupos de origen alicantino unidos para nuestro máximo disfrute y es que ademas de Finde Fatasma, Elsa Grande y Viscopaf completaron el cartel de lo que sería una noche única, creando un buen rollo y camadería entre artistas que tanto nos gusta presenciar en el sector musical.
Cuando me di cuenta, envuelta en acordes, frases a medias, y energía, pensé: ES-PEC-TA-CU-LAR. Ahora, cuando lo recuerdo… solo quiero volver a bailar.
Crónica de Estefanía Toro
Foto de Isis Bañó
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