La visita a esta nueva edición del Low Festival, al fin montado en condiciones tras estos añitos de oscuridad, venía marcada por un contexto en el que un buen puñado de eventos musicales no estaban saliendo a la altura de lo esperado, siendo objeto de críticas para toda esa horda de fans festivaleros que después de tanto tiempo esperaban la casi perfección a nivel organizativo, de nombres propios y de todo lo demás, mientras se iban quitando abonos acumulados desde 2020. En la ciudad de los rascacielos experimentamos precisamente eso, un casi 100% de aciertos en prácticamente todos los puntos clave de un festival: en los accesos – espaciosos y bien claros – no se generaba ningún tipo de embotellamiento ni en la zona de recogida de pulseras ni en los pasillos de registros; el ambiente era respirable a pesar de las miles de personas que estaban ya dentro, y en general el mapa del recinto era lo suficientemente intuitivo como para controlar dónde estaba todo con tan solo darte un par de paseos, sin tardar más de diez minutos en llegar de punta a punta. Encima la red móvil funcionaba de miedo para que las tradicionales fotos-ubicación de los grupos de Whatsapp nos permitieran siempre encontrar a nuestro grupo de amigos.
Dicho esto, y yendo al turrón musical, este Low 2022 ha sabido configurar un calendario de actuaciones que no parecía fácil de inicio, y que nos permitió ver casi todo lo que queríamos ver, empezando por unos Dorian que animaron a pleno sol a los más madrugadores con su larga lista de éxitos más coreables. Quizás los catalanes ya han alcanzado su culmen a nivel hits, pero cumplen como nadie en estos escenarios, adquiriendo ya un toque de ternura entre canción y canción que para los que nos hemos hecho algo mayores nos resulta ciertamente adictivo.
Algo así ocurre con Sidonie, que sacaron también su arsenal de temazos “de toda la vida” en el Escenario Baltimore y cuya rebeldía va dejando paso a otra cosa que también nos gusta, pero no sabríamos definir, pero que está ahí y sabes bien de lo que hablo, amiga viejoven – guiño calor -. En cualquier caso, entre la brutalidad de León Benavente y la elegancia de Shinova, el protagonismo fue femenino en los tres días de festival, y obviamente el viernes tendría dos nombres propios: Ginebras, que se salieron todo lo que pudieron y más con ese nuevo plus de rebeldía en su directo, y la grandísima Nathy Peluso, que impuso un nivel difícil siquiera de igualar para lo que restaba de festival.
El escenario pequeño, las cosas como son, fue tal y como esperábamos el escenario de las sorpresas, algo que se ganó de calle con las inesperadas – para algunos – Shego dando el bolazo más rabioso de esta edición, ante un amplio público que se debatía entre flipar, saltar y preguntarse de dónde habían salido esta banda de chicas que no dejaban de subir la intensidad a cada segundo, asumiendo entre la alegría total y la nostalgia el hecho de estar perdiéndose a Anni B Sweet, que actuaba al mismo tiempo. Un bolo muy de tarde el de la andaluza, que es evidente que ha ganado enteros con su banda “firefly”, pero que no le quita ni mucho menos mérito a la elegancia y la imponente dulzura con la que trata y enseña sus canciones, tan de color azul como ella.
No sabemos si, como las Shego, fliparon Biznaga con la respuesta de la gente, pero es que fue algo tan increíble como merecido, a la altura del lleno hasta el desmayo de Delaporte y su pseudo rave que nos hizo pensar que se iba a hacer de día en cualquier momento. Si has llegado hasta aquí, ya te habrás dado cuenta de que este no era precisamente un festival de indie plano y repetitivo, de hecho el público supo disfrutar de una buena mezcla de estilos en todos los escenarios, con diferentes ritmos y velocidades, así, sin inmutarse, en otro acierto más de un Low que a pesar de estar llenísimo de gente seguía siendo cómodo en espacios y en tiempos.
Por eso fue un lujo poder disfrutar de la calma de Amaia y al rato poder dejarnos la voz con un set list poco arriesgado y yendo a la yugular de La Habitación Roja, quizás el momento de mayor comunión un sábado en el que todavía quedaba la gran bomba Editors, que en el escenario Vibra Mahou nos quitó la espinita a muchos de disfrutar al fin de un directo sublime, muy estudiado y en el que la realización del festival hizo un trabajo excelente para que lo gozase nivel sobresaliente toda aquella gente que no podía avanzar más allá del espacio reservado a sonido y palco vip central. Hablando de los Vips, no hemos visto una zona vip mejor situada en ningún otro festi antes, con diferentes accesos para los Vips y que al mismo tiempo pasaba desapercibida para todos los demás. ¡Joder, Low Festival, ya te vale, otro win win!
El domingo nos pilló sin demasiadas fuerzas, y podríamos decir muchas cosas de los esperadísimos conciertos de Alizzz o Sen Senra, pero el protagonismo en esta ocasión era cosa de unos Izal que en los créditos de su gran legado musical siguen dejando huella llenando grandes escenarios con la misma fuerza de siempre.
Parecía un Wi-Zink al aire libre, y estaremos muy atentos al supuesto spin-off que por lo visto saldrá de todo esto. Eso sí, volvimos a quedarnos con el Escenario Radio 3, ya no solo porque Toundra lo reventase con un directo arrollador, si no por un duelo no buscado entre Veintiuno y Rufus T. Firefly, que hicieron que muchos tuviésemos que partir sus conciertos en dos para poder disfrutar de ambos. Quizás sea el verano más importante para las dos formaciones, que por supuesto se aprecian muchísimo, y era quizás el solape que menos queríamos experimentar, pero qué grandes directos y qué gran presente nos están regalando.
El toque divertido, salsero y reivindicativo, con ciertos matices, fue cosa de Carlos Sadness, que se refería a esa tendencia urbana que parece invadirlo todo, reivindicando la mezcla de estilos de esta gran edición, para luego regalarnos uno a uno todos esos himnos bailables y tropicales que nadie asume escuchar pero que todo el mundo conoce. ¡Vaya por Dios con los prejuicios! y qué bueno que estos se hayan quedado en la zona de barras que, por cierto, ya por entonces y a falta de lo más gordo de la última jornada, se habían quedado sin tinto de verano.
Si queríais una pega, sin duda sería esta y solo esta, ya que la sed nos hacía acordarnos también del dolor de pies y nos dejaba un poquito tocados, por mucho que se nos olvidase en la traca final de Mujeres – y en la pre-traca de los cinco teclados de La Femme -, una locura divertidísima que ponía la guinda a un Low 2022 que dio para mucho más de lo que creíamos a nivel musical, organizativo, emergencias y ese buen rollo súper necesario de todos los que trabajaron allí en tres jornadas inmensas.
Más sonrisas, menos postureo y más cosas bien hechas, para que todos aquellos eventos gordos que han ido patinando estos meses se pongan las pilas y nos ofrezcan lo único que queremos en este tipo de movidas: una experiencia cómoda, económica y segura en torno a la música, que es por lo que estamos, y que es además lo que más necesitamos.
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Pedazo crónica Dani, envidiaca! #siempreunabrazo